Joaquín Díaz González

Imprimir

Insignia de oro como antiguo alumno ejemplar del Colegio de Nuestra Señora de Lourdes

Muchos de vosotros recordaréis, con toda seguridad, aquellas pelotas de cuero negro que corrían por los patios del Colegio allá por nuestra época de colegiales. Unas pelotas de cuero oscuro que atraían como imanes a los chavales que éramos, treinta o cuarenta detrás de ella, peleando por ser los primeros en poder golpearla de nuevo y, de paso, iniciar otra carrera que no tendría más final que el silbato del Prefecto cuando se terminaba el ocio y había que regresar, formalitos, en fila de uno y aceptando lo inevitable, hasta la clase de cada cual.

Pues bien, aquellas pelotas de cuero negro que, gracias a nuestros impulsos, recorrían arriba y abajo el  patio central (y me refiero al patio principal porque, al que estaba al pie de la isla, junto al Jardín que presumía de águila propia, al patio que llamábamos “el de mayores”, en ese se jugaba casi con exclusividad al baloncesto) aquellas pelotas de cuero negro, decía, eran sin duda las grandes disculpas para ir forjando nuestra educación física de la misma manera que se forjaba nuestra educación intelectual en las aulas gracias a los ejercicios de memoria, a los problemas de lógica matemática (que a mí se me atravesaban siempre) o a las explicaciones de nuestros profesores que, como las estalactitas de muchas cuevas, acababan por abrir brecha en nuestra cabeza. Todos corríamos detrás de las pelotas de cuero oscuro con un entusiasmo renovado después de cada recreo, todos las buscábamos… menos uno.

Un chiquillo que, sin ser un pivot, podía presumir de buena estatura. Un chiquillo ya, entonces serio, introvertido, pensando quizás en cada media hora de ocio lo que le esperaba en la hora y media siguiente… Un muchacho formal, que decían nuestros padres. Al menos, al bala perdido que yo era cuando llegué al Colegio de Lourdes, mis padres me lo ponían de ejemplo.

-          Mira a Joaquín, que serio y estudioso es… Ya puedes aprender de él…

Y yo que, como he dicho, era un bala perdido me preguntaba a mi vez.

-          ¿Y qué tengo yo que aprender de Joaquín si, en los recreos, parece una columna más de las del patio?...

Todo ello con el agravante de que Joaquín estudiaba tres o cuatro cursos detrás del mío… Y ya sabéis de qué manera más suficiente veíamos entonces (ignoro si también ahora) los “mayores”

A los “pequeños”…

-          Si Joaquín es muy pequeño, me consolaba a mí mismo.

Pero, como todos nosotros, Joaquín creció. Joaquín salió del Colegio y como antes, como ahora y supongo que como siempre, los alumnos teníamos que enfrentarnos a una vida nueva y distinta con el sencillo bagaje de lo que hubiéramos aprendido entre estas cuatro paredes. Cada cual, unos más que otros, sabíamos lo que íbamos a hacer después del Lourdes.

-          La vida no se acaba en el colegio, me decía repetidamente mi madre para que no bajase la guardia que, desde que me encontré de frente al entonces director de este Centro, el hermano Marcos, había adoptado como autodefensa. Mis notas habían mejorado, mi percepción había escalado muchos escaños y sin ser un alumno modelo, sí había mejorado el rendimiento con el que había llegado desde el instituto Zorrilla.

Supongo que a ti, Joaquín, tus padres te dirían algo parecido. O tal vez no, porque aquel muchacho que ignoraba olímpicamente la pelota de cuero en todos los recreos, tenía que estar imbuido, por sí solo, de lo trascendental del salto que iba a vivir. Entre otras razones porque también sabía con meridiana claridad cuál era lo que iba a hacer tras su paso por el Colegio. Y, si no, a los hechos me remito: es un músico y folklorista español que dirige la Cátedra de Estudios de la Tradición en la Universidad de Valladolid y figura en la nómina de los académicos de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, con sede en Valladolid, de la que fue presidente.

Todo ello, sin contar el número de discos que ha ido grabando a lo largo de su vida trabajando el repertorio de la tradición judeo-española, sin olvidar  las horas que lleva a las espaldas recorriendo nuestros pueblos para escuchar, de boca de nuestros mayores, los aspectos más importantes de nuestra tradición oral. Una tradición oral que él ha ido convirtiendo en tradición escrita en libros, (¿60 tal vez Joaquín?), de cuentos, romances, canciones que pasaban a formar parte de sus discos (¿Una cifra similar a la de libros?), expresiones populares, ensayos o artículos, leyendas unas inventadas otras recogidas pero siempre, en uno y en otro caso, con el toque magistral de su soberbia pluma, de su inmensa fuente de inspiración y de su limpia pulcritud idiomática… que muy pocos historiadores de nuestra tradición he visto escribir con la precisión y destreza de las que usa Joaquín, Joaquín Díaz González. Nacido, por cierto en Zamora aunque, con apenas cuatro años, se trasladara a Valladolid para convertirse en alumno aventajado, ahora antiguo alumno modelo, de este nuestro Colegio de Nuestra Señora de Lourdes.

Joaquín ofreció conciertos magistrales y admirables conferencias no solo en Universidades de España y Portugal sino, también, de Francia, Italia, Alemania, Holanda, Bélgica y Estados Unidos. Se ha asomado a las pantallas de televisión de medio mundo (Europa, Asia y América) donde ha ido dejando la impronta de su talento, de su enorme formación, hasta ser considerado un maestro de todos aquellos que han dedicado sus esfuerzos a estudiar y divulgar el inmenso tesoro de nuestro patrimonio tradicional. Hace apenas unos días, presenté en el Teatro Zorrilla una actuación de Paco Díez y La Bazanca y cuando le dije que hoy, Joaquín, tus compañeros de Colegio te íbamos, de alguna manera, a homenajear su expresión fue inmediata:

-          Joaquín Díaz fue mi maestro…

Maestro de muchos que han seguido su camino llevados por su mano y, sobre todo, por su ejemplo. Porque Joaquín es de los que predica con el ejemplo. No es de los que dice “tenéis que hacerlo así”, y ya está, allá os apañéis. No. Joaquín es de los que explica cómo hay que hacerlo, con qué elegancia, con qué detalle, pendiente siempre de lo que cuentan los mayores porque en esta tierra nuestra, como en otras muchas tierras, la sabiduría emana de las personas mayores que han tenido el conocimiento de aprender y transmitir nuestras tradiciones… Nosotros ya somos mayores Joaquín. Pero no todos hemos tenido la intuición o el talento que tu has tenido para recibir y entregar todo ese conocimiento que te adorna. Porque todo lo que sabes, no te lo has guardado para ti. Lo has transmitido, por ejemplo, colaborando con numerosos intérpretes y grupos de música popular a los que pasabas ese sentido de la minuciosidad que siempre, y en todo momento, te ha acompañado.

En el año 1976 abandonaste tus actuaciones en directo para dedicarte, de manera exclusiva, al estudio y a la investigación de esa parte de la cultura, tan importante y, a veces, tan maltratada por quienes creen y piensan que la cultura tradicional es menos cultura. ¡Qué equivocados están!... Y qué equivocados están quienes piensan que tu retirada ha sido firme. Tu has estado al pie del cañón, interviniendo de forma más o menos directa con la grabación de discos que no hubieran sido lo que fueron, si no hubieras estado tu detrás, a la zaga del trabajo bien hecho,  detrás de un trabajo capaz de destacar por tu integridad, por tu equidad y, por qué no decirlo, por tu severidad a la hora de exigir que nuestra música, nuestras tradiciones, se trabajen desde la seriedad y el máximo rigor.

Pero Joaquín es de ese tipo de personas que no pueden estar mano sobre mano. Y es en 1980 cuando funda y pone en marcha la Revista de Folklore, sin duda una de las más importantes publicaciones que se editan en España sobre cultura tradicional. Desde entonces es su director y, como tal, en cada uno de los números que aparecen es capaz de sorprendernos y de ratificarnos en la pasión por todo aquello que define nuestras raíces. En el número del último diciembre, por ejemplo, me sorprendió la referencia que nos hacía recordando la influencia griega que nos legó ese espacio dentro de la superficie de las ciudades donde tenían cabida las creencias, las diversiones, la relación comercial y el intercambio de ideas. En el ágora se discutía, se compraba y se vendía y se rendía culto a los dioses o a los héroes. Joaquín se lamentaba de que en nuestro moderno ágora, en la televisión que apareció en el siglo XX, se confundan o se den por idénticas algunas tareas como vender productos para alimentar los cuerpos y las almas indistintamente y lamentaba Joaquín esta consideración mercantilista incapaz de discriminar el valor frente al precio e insensible a la diferencia existente entre la adquisición de bienes y el carácter de éstos

He vuelto con insistencia sobre este pensamiento expuesto de manera sencilla en una extraordinaria publicación donde, por el contrario, si cabe el estudio y la investigación de nuestra tradición con la exposición y las advertencias de aquellas cosas que están cambiando el mundo y no siempre para bien. Esta sola meditación, que es una entre miles, serviría para valorar la Fundación “Joaquín Díaz”, ubicada en la amurallada localidad de Urueña, y la Revista del Folklore, ambas fundadas y dirigidas por el propio Joaquín. Un gran pensador, como él, no tiene precio para nuestro mundo mercantilizado y obtuso del siglo XXI.

Quizás por ello, por el pensador profundo que es y que espero siga siendo a lo largo de muchos años para iluminarnos el camino de una vida que nosotros mismos nos encargamos de oscurecer, en el año 2005 Joaquín fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Valladolid. Y sin duda, como consecuencia de sus publicaciones y de su destacadísima discografía, Joaquín recibió en el año 2008 el Premio de Honor, a toda una vida, de la Academia de la Música en España. Dos títulos que le honran y hacen justicia a su capacidad pero que, de alguna manera, nos honran también a nosotros, los que fuimos tus compañeros en las aulas de este Colegio y ahora nos sentimos orgullosos de tu trayectoria. Orgullosos de una trayectoria que no ha olvidado sus propias raíces, que siempre ha vuelto los ojos hacia esta casa en los malos momentos, pocos, que hayas vivido como en los buenos, muchos, muchísimos que hayas podido disfrutar. Siempre has acudido en la fiesta de nuestra Madre de Lourdes, siempre has estado presente en nuestras convocatorias, nunca has perdido tu condición de lasaliano y nos has iluminado con tu prudencia, con tu sabiduría y con tu amistad.

Es ahora, muchos años más tarde, cuando entiendo a aquel muchachito que, en los patios y en los recreos, se negaba a correr detrás de aquellas pelotas de cuero negro. Aquel muchachito serio, formal como decían mis padres, sensato y pensativo que ya, por entonces, estaba buscando el verdadero equilibrio de las cosas para que nadie (y pienso que tal vez sea un intento fallido) crea que la felicidad está detrás de una pelota de goma.

Por todo ello, la Junta Directiva que conduce con buen pulso los caminos de nuestra recuperada Asociación de Antiguos Alumnos, ha decidido concederte su insignia de “antiguo alumno modelo” al modelo que has sido y eres para todos nosotros, Joaquín Díaz González.

Fdo.:

Ángel Mª de Pablos