El I Certamen de Relatos “Hermano Eduardo Montero” cumplió plenamente sus objetivos

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María Lorenzo Heredero, Martín Gómez Redondo y Lucía Pérez de la Fuente, por este orden, los ganadores

La Asociación de Antiguos Alumnos no quiere ser un mero exponente de todos aquellos que estudiamos en el Colegio de Nuestra Señora de Lourdes y bajo la atención y el cuidado de los hermanos de las Escuelas Cristianas. Que lo somos y espero que lo seamos por mucho tiempo. Nuestros antiguos alumnos lo que quieren, lo que han buscado desde no hace demasiado, es potenciar y servir de ayuda a la ya importante y destacada docencia que se imparte en las aulas colegiales. 

- ¿Cómo podemos hacerlo?... ¿Cómo podemos ayudar?...

Durante no pocas reuniones de la Junta Directiva se estuvo planteando esa manera de ayudar, esa forma de colaborar con los actuales alumnos y, desde luego, con el nuevo profesorado. Surgieron muchas fórmulas, se debatieron no pocas modalidades sin que, desde luego, ninguna nos convenciera..¿Esta?... ¿La otra?... ¿La de más allá?... Hasta que alguien dijo que si las enseñanzas de Bachillerato iban, preferentemente, por el deseo de potenciar la educación en asignaturas de carácter científico, quizás nosotros debiéramos intervenir en la formación humanística, en aquella inclinación que instruye el lado humano, social, el lado civilizado y filantrópico del alumno. Y así fue cómo surgió la idea de convocar un certamen de relatos breves (apenas cinco folios) para conocer todo lo que una redacción puede indicar de cada estudiante pero, sobre todo, lo que nos puede descubrir de su imaginación, de sus ensueños, de sus sentimientos, de sus fantasías personales en relación con cuanto les rodea… Luego, encontrar un nombre para nuestra iniciativa fue sencilla: el hermano Eduardo Montero fue un extraordinario escritor y poeta que, incluso, fue el autor de uno de los sonetos que, cada mañana de Viernes Santo, la Cofradía de las Siete Palabras pasea por la ciudad invitando al Sermón del mediodía en la Plaza Mayor. Fue, el hermano Eduardo Montero, una referencia para quienes sentimos el orgullo de haberle tenido como maestro.

Puedo decir que, para tratarse de la primera convocatoria, nos sentimos todos muy satisfechos con la presentación de una veintena de trabajos en verdad magníficos. Unos trabajos que, si algo tenían, era una enorme claridad de ideas en quienes los firmaban. Nos sentimos muy satisfechos pese a que nos obligasen al Jurado a afinar nuestras decisiones., a discutirlas apasionadamente en la reunión definitiva y a sentir, eso desde luego y sobre todas las cosas, que tan solo pudiéramos premiar a tres, tal y como apuntaban las bases que se hicieron públicas en su momento. Tres premios: 300, 200 y 100 euros por este orden que ayudasen, a los premiados, a mantener con sus importes el espíritu educativo de la convocatoria… De ahí que no quisiéramos dar en bruto tales euros, sino a través de bonos pertenecientes a centros comerciales donde los chicos pudieran adquirir libros o medios digitales que pudiesen contribuir a su formación. 

Puedo decir que, desde el primer momento, aquellos a quienes nos correspondió la responsabilidad de elegir y premiar, supimos que esa labor no nos sería sencilla en modo alguno. Cualquiera de los relatos presentados podría optar a uno de los tres premios. Pero, claro, tendríamos que relegar a muchos otros con idénticas posibilidades. Pensamos, incluso, en aumentar el número de premiados pero, en ese terreno, nos encontramos con el freno de nuestro tesorero que defendía la partida presupuestaria de la Asociación y de los antiguos alumnos…  Decidimos afrontar una primera ronda con carácter eliminatoria y, en ella, al margen de los que luego serían ganadores, entraron “La noche que conocí a James Joyce” firmado por Dorian White, “Un bus al fondo del mar” de  El vendedor de humo así como “Plenitud en el ocaso” de Alba y “Hogar, dulce hogar” de Mateo de Rivera.

Habíamos hecho ya una primera selección, no sin tremendo dolor de corazón porque se quedaron fuera algunos de los que nos parecían muy válidos. Y volvimos a debatir, a plantearnos si éste era mejor que aquel, o si el de más allá superaba a este y al otro. Puedo aseguraros que la decisión no fue sencilla de tomar hasta que, de común acuerdo, para yo no diría que por unanimidad, nos quedamos con “El viaje de Khaled” que llevaba la firma de Laura López, “Sucesos” escrito por Etéreo y “El despertar” de Petignol… Ahora faltaba decidir el orden por el que premiaríamos a estos relatos… Y ese fue otro debate interminable que amenazaba con reunir los tres importes, es decir seiscientos euros y repartir a razón de doscientos a cada uno… ¿Hubiera sido mejor?...

Nos parecía que, en una primera convocatoria, deberíamos ser fieles a las bases que nosotros mismos habíamos redactado. Y que, para la primera convocatoria, debíamos establecer un orden, un primero, un segundo y un tercero por mucho que dudásemos, por mucho que luego nos preguntásemos si, en efecto, habíamos sido justos, nos entrase el recelo sobre si, el definitivo, era el orden adecuado. Pero, tras una larga hora de intensas controversias, al final decidimos que el mejor relato era el que firmaba Etéreo, es decir, “Sucesos” por delante del trabajo presentado con el título de  “El despertar” y la firma de Petignol, ambos precediendo a una narración muy actual como “El viaje de Khaled” que correspondía al seudónimo de Laura López. Una vez dado este último paso, abrimos las plicas correspondientes y nos encontramos con que la autoría de  “Sucesos” correspondía a María Lorenzo Heredero, alumna de cuarto curso de ESO… Que “El despertar” era una narración escrita por Martín Gómez Redondo, de Segundo Curso de Bachillerato. Y, finalmente, “El viaje de Khaled” era un trabajo excelente relatado por Lucía Pérez de la Fuente, del tercer curso de ESO. Todos ellos recogieron sus respectivos premios durante el acto académico del VI Día del Antiguo Alumno que celebramos el primer fin de semana de junio, el día 4 para ser más exactos.. Todos, menos Lucía que dedicada a otras tareas, no pudo asistir y fue sustituida por su madre.

En definitiva, nuestro balance es muy satisfactorio porque entendemos que la convocatoria del Certamen de Relatos Breves cumplió a la perfección nuestros objetivos y, con ello, entendemos que el hermano Eduardo Montero, desde el cielo, se sentirá tan satisfecho como nosotros porque su nombre sirva de fundamento a una nueva generación de alumnos que, honrando el espíritu docente del Colegio, también honre el magisterio que el Hermano Eduardo dejhó en muchos de nosotros.